La montaña sagrada
Por supuesto no me refiero al Buey Negro, que se puede ver al fondo, sino a la montaña de leña.
Este año me he quedado sin nada que quemar, acostumbrado a ver mi montaña de troncos ya la echo de menos.
El futuro es incierto a menudo, pero es seguro es que en otoño tendré que hacer una montaña de leña para el invierno.
Enfrentarse a los hechos esenciales de la vida, los poco complejos, es liberador.